domingo, 7 de julio de 2013

Aliento de vida. Uno.

La miraba invisible, escondida entre las tinieblas.
Frágil como una fina capa de hielo, temblaba. Y tenía sus razones.
Se encontraba entre la espada y la pared, literalmente.
El muro que se extendía a sus espaldas la había cogido desprevenida. Al estar más pendiente del filo que la amenazaba, no había calculado correctamente las distancias.
Ahora ya no tenía escapatoria.
Rodeada por dos partes, miró a su izquierda. Era una esquina («Maldita sea»), el muro se doblaba en ese punto.
En busca de un respiro, miró a su derecha. Solo vio las sombras, pues no podía saber que la esperaba. Todavía me mantenía oculta.
La punta del florete empezaba a estar peligrosamente cercana.
La desesperación no le permitió prever o pensar qué podía encontrarse y se lanzó en dirección mía corriendo.
«Es el momento» me dije.
Esperé al instante en que me iba a atropellar para hacerme notar. Cuando se fijó en mí, palideció y supo que era su final.

Sus últimas palabras fueron mi nombre.
«La muerte.»

2 comentarios:

  1. Cada día me sorprendes más. Me encanta.

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  2. Siempre tan intrigante... Lo dejaste todo al aire, necesito saber más. ¿Quién era ella? ¿Cómo llegó a esa situación? Y relatado por quien supone ser "la muerte", además. Me fascina, espero leer la continuación pronto.

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