De un momento a
otro, el cielo se llenó de oscuras nubes de tormenta, tapando el comienzo del
día.
Si me guiaba
por la oscuridad, seguía pareciendo de noche.
No me agradaba la
idea, pero era consciente de que debía empezar a avanzar de nuevo, ya que no me
podía permitir ni la pérdida de tiempo, ni la de energia.
El único problema
que se me planteaba ahora es que sin la ayuda del Sol, era más difícil guiarme
y saber si iba por el camino correcto, si me había desviado, o si estaba yendo
en círculos.
Decidí confiar
en el futuro incierto.
Mal hecho (o
bien, según con qué cristal se mire) pues poco más tarde, empezó a diluviar,
convirtiendo así la superficie tranquila y clara, en una oscura y siniestra.
Los animales que habitaban en el agua, y antes me habían parecido tan
apacibles, ahora se tornaban peligrosos.
Decidí no luchar
contra la corriente y dejarme llevar por ella, y quizás por un golpe de suerte,
me llevase a una costa segura.
Pero no salió
como esperaba. La insegura “barca” (si es que se podía llamar así) empezó a
moverse al ritmo de las salvajes olas. Pronto, me vería en las mismísimas aguas
que temía.
La muerte
parecía inmitente.
Continuará...
(Que sí, que no me lo creo ni yo, pero no acaba allí, que vive, VIVE.)