sábado, 23 de marzo de 2013

Vida —Parte 2—


Después de haberme pasado todo el día remando y contemplado el supuestamente precioso atardecer que no pude apreciar, el hambre y la sed— especialmente la sed— eran síntomas fácilmente perceptibles, así que retiré los brazos de la superficie marina y me eché a descansar.

No tenía otra posibilidad.

El silencio de la noche estaba siendo continuamente interrumpido por el sonido de mi estómago y la frustación por ello empezaba a despuntar en mi pecho.

—Es como el perro del hortelano, ni come ni deja comer— pensé en voz alta.

Y era cierto. No podía comer pero, además, tampoco disfrutaba de la quietud nocturna.

Las circunstancias no eran muy favorables.

Sin embargo, poco más tarde, el sueño venció y perdí la noción del tiempo.

Fue un sueño intranquilo, convulsionado, y me desperté con una sensación de mareo que me impedía razonar de manera fluida.

No había amanecido pero, mirando hacia el este, ya aclaraba con los primeros rayos del astro rey.

Reconfortaba la visión de la luz.

1 comentario:

  1. Curiosa forma en la que está contada, pero me gusta. Lo único malo de que cada parte sea tan corta es que no tengo palabras para comentar... pero que sepas que me gusta.

    (¿Podrías desactivar la verificación de la palabras? Sería más fácil comentar, gracias :) )

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