miércoles, 22 de mayo de 2013

Vida -parte 7-

Me desperté tras un par de horas de profundo sopor. Lo primero que vi fue la cara de mi anfitrión. Inmediatamente, me alcanzó un cazo con una especie de pasta o puré. Tenía tanta hambre que lo engullí en cinco minutos. Justo después de haber tragado la última gota, pensé si no debería haber desconfíado y si no podría ser venenodo.
"Sabía bien, ¿no?" me argumenté. Aun así, era consciente de que se podía disimular el sabor con suficiente condimento o, sencillamente, usando un brebaje insaboro.

Mientras yo rumiaba esto, el hombre me contemplaba. Quise agradecerle la comida y, en seguida, me asoló la duda de si me entendería. Además, hacía tiempo que no pronunciaba nada y se me había olvidado cómo era el propio timbre de mi voz.
Abrí la boca para comprobarlo y descubrí que sonaba extraña. Era como si la presión de las profundidades o la inacostumbrada atmósfera afectara el funcionamiento de mis cuerdas vocales.
Pronuncié un "Gracias" escueto hacia mi interlocutor y, por su expresión de alegría, deduje que me había comprendido perfectamente.

"De nada" contestó. La voz me llegó con una cedencia musical, melodiosa, como si brollara de una fuente.

Era como el sonido del agua, de la cascada más cristalina.

1 comentario:

  1. Qué misterio... ¿por qué será que la reciben tan bien? Por ahí es por mera amabilidad, pero... no sé, me gustaría saber más sobre estas criaturas. Me encanta esta mini-novela, aunque creo habértelo dicho ya demasiadas veces :).

    ResponderEliminar

Los comentarios suelen ayudar a crecer, sobre todo, si indican qué se debe mejorar o los posibles puntos flacos. Gracias.